Reflexiones para tí.

Espiritismo

Y el hombre o la mujer que evocare espíritus de muertos o se entregare a la adivinación, ha de morir. Levítico 20:27.

La angustia y el dolor por las luchas que tenemos aquí, y la aparente falta de respuesta de Dios a muchos problemas de la vida (en muchos casos por la débil o nula búsqueda de él que hacemos nosotros), lleva a muchos a figurarse que quienes supuestamente ya están gozando del más allá, de una vida mejor, tendrán alguna respuesta o algún poder que nos pueda ayudar en nuestra luchas terrenales.

Y, especialmente, nuestro amor por los seres queridos que hemos perdido, el vacío que nos dejan y el extrañarlos tanto hace que nos sintamos vulnerables a esta posibilidad de comunicarnos con ellos.

Sabiendo todo esto, Satanás ha fraguado a través de los siglos la gran mentira que, en forma escueta, lanzó a Eva cuando la sedujo para que comiera la fruta del árbol prohibido, de la ciencia del bien y del mal: “No moriréis” (Gén. 3:4). La idea de la inmortalidad natural del alma ha penetrado en prácticamente todas las culturas antiguas y, con casi ninguna excepción, está arraigada incluso en el mundo judeocristiano. Esta idea, ajena a la revelación bíblica, cuando es aceptada, nos hace altamente vulnerables a los engaños del espiritismo. Si el alma de nuestros seres queridos sigue viviendo en un estado superior luego de la muerte del cuerpo, ¿qué impide que en algún momento queramos y podamos comunicarnos con ellos?

Siendo que los muertos no existen, pues están REALMENTE muertos hasta que Jesús regrese y los resucite, la supuesta aparición del alma de algún muerto es una aparición diabólica, de Satanás o alguno de sus ángeles, disfrazados de nuestros seres queridos: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Cor. 11:14).

No permitas hoy que tus emociones te jueguen una mala pasada y te lleven, en tu tristeza o desesperación, a acudir a algún tipo de médium que te asegure que puedes comunicarte con alguno de tus seres queridos que has perdido. Haz, más bien, de tu Padre celestial, de tu Salvador amante y del gran Consolador celestial, el Espíritu Santo, la fuente de tu consuelo, esperanza y sabiduría para enfrentar los embates de esta vida.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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